HASTA CUANDO EL GENOCIDIO CASTRO COMUNISTA… ?? Cuba se pudre y se muere… no es un hashtag, es un hecho

Cuba se pudre y se muere… no es un hashtag, es un hecho

El Calixto García es el reverso invisible de la postal donde aparecerá el hotel que sigue creciendo en 3ra y 70, o la torre López-Calleja

ANA LEÓNMARTES, 7 DE SEPTIEMBRE, 2021 8:00 AM en DESTACADOSLa higiene de la potencia médica. Foto del autorFacebookTwitterWhatsAppE-mail

LA HABANA, Cuba.- Liborio, como le decimos cariñosamente, nos tocó la puerta del cuarto pasadas las dos de la madrugada. El viejo se había trancado de la orina, la sonda estaba tupida y por más que intentó aguantar para no molestar el dolor era insoportable. Conscientes de la urgencia de la situación, nos vestimos en tiempo récord. La Habana en toque de queda, COVID-19 en los hospitales, cero transporte a esa hora, pero había que salir. La primera idea fue llevarlo al policlínico más cercano, en Reina y Chávez. Allí, suponíamos, harían algo. Cuando estábamos a punto de salir algo me detuvo. Regresé al cuarto y agarré medio paquete de servilletas, sin saber por qué. Hay impulsos que resultan providenciales.

Adolorido, el viejo caminó hasta el policlínico cerrado a cal y canto. A través del cristal se veían tres bultos arrebujados en los bancos. Eran las enfermeras. Una de ellas acudió a abrirnos y al conocer la situación nos dijo que no podía hacer nada, pues solo les habían asignado tres pares de guantes para toda la guardia, y ya los habían utilizado.

La solución era llevarlo al hospital lo antes posible. Lo dijo como si no hubiera nada más sencillo que estirar el brazo y parar un taxi a aquellas horas. “Una que se quede aquí conmigo. Tú párate en la esquina de Reina y Belascoaín por si pasa algún patrullero, a ver si tienes suerte”, me dijo. Esa era la estrategia cada noche con casos como el nuestro, o peores. Las patrullas han sustituido a las ambulancias en un país donde el parque automovilístico con fines represivos supera, en número y calidad, al del sistema de salud pública.

Quiso la providencia que no tuviéramos que esperar ni diez minutos para que apareciera un carro patrullero y nos llevara al Hospital Calixto García, convertido en un muladar desde que la pandemia se tragara todos los recursos de nuestro frágil sistema de salud, especialmente de los centros no destinados a atender pacientes de COVID-19. Para llegar a la consulta de Urología tuvimos que atravesar una multitud que a simple vista excedía la cantidad de médicos que iban de un lado a otro, entre pacientes con síntomas respiratorios que se agolpaban en las consultas de Medicina General. El urólogo de guardia era un doctor joven que nos recibió sonriéndole a la pantalla de su celular. De un vistazo adivinó cuál era el problema y sin tomar los datos de Liborio nos señaló una puerta del otro lado de la sala de estar. “Acuéstenlo en la camilla y espérenme ahí”.

Las camillas en cuestión estaban tan asquerosas que Liborio, a pesar del dolor, dio un paso atrás y nos miró consternado. Las manchas de sangre coagulada sobre las superficies metálicas daban deseos de salir corriendo y sacar al inútil de Díaz-Canel de los barrios y sembradíos para lanzarlo contra aquella inmundicia. No había agua, ni un paño estéril, ni un estante limpio. No había rastro de lejía u otro desinfectante. En una esquina un cubo sucio, desbordado de guantes usados, revolvía el estómago. El vaho a sangre y orina de los baños cercanos, reconcentrado por la climatización, era insoportable.

Cuba salud hospital Calixto García
Restos de sangre coagulada en una camilla del hospital Calixto García, donde tenía que acostarse un paciente. Foto del autor

Asqueada, le metí mano al oportuno paquete de servilletas y casi vacié el frasco de desinfectante para manos sobre la camilla menos cochina. Cuanto más rociaba, más sucio e indignante me parecía aquello. En ningún momento acudió un enfermero para ayudar. Sobre la camilla colocamos una saya larga y vieja que habíamos llevado por si la sonda comenzaba a gotear. En eso llegó el médico con un bultico de materiales estériles que abrazaba contra su pecho como si se tratara de un recién nacido.

Cuba salud hospital Calixto García
Materiales usados, no desechados correctamente. Foto del autor

Tuvimos que cargar a Liborio y sentarlo en la camilla porque no había un banquito u otro apoyo para facilitar la maniobra. Una vez acostado, el urólogo retiró la sonda y le aplicó varios enjuagues vesicales. Enseguida comenzó a destupir y desinfectar la sonda porque en el hospital no había; así que le pondría esa misma, que ya había rodado por la camilla asquerosa y volvería, cargada de bacterias, a la uretra del paciente. Por suerte llevábamos una nueva, comprada en el mercado negro donde tampoco abundan, pero siempre algo se puede resolver.

El doctor repitió los enjuagues, terminó de vaciarle la vejiga a Liborio y sin ponerle lubricante -tampoco había- empujó la sonda por el canal urinario del pobre viejo que hasta el momento no se había quejado, pero no se pudo aguantar y se le escapó un grito: “¡Ay, médico, médico!”.

Camillas sin esterilizar en el hospital Calixto García. Foto del autor

El sufrimiento de un hombre que ha trabajado tanto por este país se me hizo intolerable y salí del cubículo solo para encarar otros horrores. Reparé en el aspecto de los técnicos de salud, en la espuma de goma asomando por los bordes de una cama sobre la cual respiraba con dificultad una mujer; en una señora muy mayor que a duras penas podía mover la camilla en que yacía un familiar más viejo que ella; en un deambulante que se había defecado encima y permanecía sentado en la sala de estar, tosiendo, sin que ningún médico lo atendiera.

La peor Cuba me hizo sentir mucho odio, tristeza e impotencia, porque hay que pasar por la terrible experiencia de ir a un hospital en estos momentos para entender lo mal que anda este desgraciado país. El Calixto García es el reverso invisible de la postal donde aparecerá el hotel que sigue creciendo en 3ra y 70, o la torre López-Calleja, nuevos pilares capitalistas de una Revolución que se alzó sobre la espalda de hombres como Liborio.

Todo el dinero que debería ser invertido en ese y otros hospitales que funcionan en condiciones de absoluta indigencia, está siendo dilapidado irresponsablemente a costa de la vida, la salud y la cordura de millones de cubanos. El contraste es brutal y no deja brecha a malentendidos: son ellos o nosotros, sus proyectos megalómanos contra nuestras aspiraciones ciudadanas, sus privilegios contra nuestros más elementales derechos humanos. Cuba se pudre y se muere. No es un hashtag. Es un hecho.

Fuente: cubanet